Invertir para ganar de verdad

Cuando se analiza la realidad del mercado de los denominados fondos éticos, llegamos a la desilusionante conclusión de que muchos productos de inversión son más fruto del marketing que de la convicción. Esta triste introducción no debe desalentarnos, ya que de lo que estoy absolutamente convencido es de que las finanzas pueden ser un instrumento eficiente para la acción social y transformación positiva del mundo.

Hay veces que uno piensa que vivimos en un mundo en donde las motivaciones económicas son más fuertes que las puramente humanas y que una decisión menor de invertir (o no invertir) en un determinado producto es una mínima gota de agua que nada puede cambiar en el océano del progreso.

Sin embargo, lejos de esta visión, el capital es una fuerza para el cambio capaz de aproximar la justicia social al mundo financiero.

La razón de ser de los sistemas financieros consiste en poner en contacto a los que tienen exceso de recursos con los que lo necesitan a cambio de una rentabilidad. Algo que es claramente positivo ya que favorece la creación y la difusión de la riqueza. Aunque está claro que, en este largo camino, hemos perdido algunos principios. Y la enorme acumulación de recursos financieros en pocas manos ha favorecido el desarrollo de inversiones que se concentran únicamente en la obtención de rentabilidad.

Si nos fijamos en el universo de fondos clasificados como éticos, identificamos cuatro grandes grupos:

  1. Los fondos solidarios, que reparten parte de sus ingresos con buenas causas.
  2. Los fondos puramente éticos, que eliminan de sus inversiones a empresas que se dedican a determinadas actividades nocivas para el ser humano o de manera poco adecuada
  3. Los fondos sostenibles, que invierten sólo en empresas que cuidan especialmente de la sostenibilidad del entorno, de las personas y con un gobierno corporativo responsable,
  4. Las microfinanzas.

 

Al invertir en fondos solidarios, éticos y sostenibles, lanzamos al mundo un mensaje claro: “Sólo quiero invertir en empresas que hagan bien las cosas y en un mundo competitivo como el nuestro”, este mensaje, en sí mismo, es un elemento de transformación.

Pero sin duda, los fondos más transformadores son las Microfinanzas, ya que no sólo sirven para enviar un mensaje, sino que además impactan de manera muy real en la economía de los más desfavorecidos o personas que no tendrían acceso a financiación. Así, a base de micro-prestamos muchas personan pueden desarrollar una actividad económica de sustento familiar, que ayude a prosperar a áreas enteras y grupos humanos, enseñándoles a pescar en lugar de regalándoles pescado.

Las microfinanzas son la esencia de los mercados financieros: pueden aproximar oferta y demanda más valiosa de capital, pero llevado a un (micro) nivel difícilmente alcanzable de manera sostenible y eficiente.

Pero, por encima de todo, las microfinanzas alinean objetivos de inversores y prestatarios, rentabilidad y valores morales, sostenibilidad y justicia,  devolviendo a los mercados su razón de existir para realmente crear riqueza en donde más se necesita, sin desatender las exigencias de rentabilidad del capital sobre las que sustenta el progreso.

Como asesores financieros, debemos seleccionar inversiones razonables en riesgo/rentabilidad para nuestros clientes. Las microfinanzas logran una muy razonable rentabilidad financiera descorrelacionada de los elementos clásicos que afectan a los mercados financieros tradicionales: básicamente ciclo económico y tipos de interés. Los parámetros, que afectan a la evolución de las microfinanzas, suelen ser desastres naturales o conflictos bélicos. Lo que es un panorama demasiado habitual en zonas con mayor influencia de las micro instituciones financieras, pero realmente descorelacionadas con la macro global. Sin embargo, la diversificación lograría aminorar estos riesgos.

Es una rentabilidad difícil de superar, sobre todo cuando uno llega a entender que el progreso, si está concentrado en una parte reducida de la población mundial, nos lleva a un futuro catastrófico.