Se acerca el invierno

…o será el verano?

El ambiente económico en el que hemos vivido los últimos años tras la crisis del 2008 se podría considerar una tranquila primavera con chubascos puntuales producidos por causas exógenas (Grecia,China, Petroleo, Brexit, elecciones varias..).

Al igual que en primavera el clima económico ha sido suave y moderado: bajo crecimiento, bajos tipos de interés, baja inflación, todo esto soportado por las laxas políticas de los bancos centrales, dispuestos siempre a abrir sus enormes paraguas en cuanto una nube amenazaba con romper la tranquilidad.

En este clima no todas las economías han crecido de manera uniforme. La locomotora del mundo ha crecido claramente más, por eso es en poniente por donde adivinamos los primeros destellos del verano, todavía no sobrecalentado, pero con indicios de más crecimiento, más inflación y tipos (nominales) más altos.

Este aumento de la temperatura limita ahora la capacidad de actuación de los bancos centrales. De hecho los últimos chubascos que estamos viendo (los de 2018) ya no están producidos por causas exógenas, si no por propio clima económico evidenciado en los temores de los inversores ante las actuaciones de los bancos centrales en un entorno de mayor crecimiento e inflación.

Esta primavera tardía, que esperemos dure unos cuantos trimestres, viene condicionada por factores positivos como la política fiscal americana, la sincronía en el crecimiento mundial o la fortaleza de los fundamentales de las empresas, y otros negativos como los niveles de deuda, la recién estrenada política comercial americana, especialmente con China, o los efectos del trading algorítmico en los mercados organizados.

Sigue siendo un buen entorno para los mercados bursátiles, aunque claramente estamos cambiando el paso. Por eso cada inversor debe reajustar sus carteras a sus niveles de tolerancia al riesgo, antes de que llegue el invierno con sus caminantes blancos.