Geopolítica, cui bono y decadencia política

La normalización de las relaciones entre Israel, por un lado, y Emiratos Arabes Unidos y otros países árabes, por otro, – Acuerdo de Abraham de 2020 auspiciado por el expresidente Trump al que Arabia Saudí se ha venido a incorporar – y la oposición de Irán a que ello avance con normalidad son probablemente los elementos de más peso que han originado la guerra que está teniendo lugar en estos momentos en Oriente Próximo. Subyace en este conflicto, además, el odio de los chiitas (Irán) hacia el pueblo de Israel (extensivo a todo Occidente), así como el eterno enfrentamiento entre éstos y sunitas (Arabia Saudí a la cabeza). Llama poderosamente la atención que la división se remonte al año 632 y a la muerte del profeta Mahoma, que derivó en una pugna por el derecho a liderar a los musulmanes. Vamos, que en pleno siglo XXI seguimos igual o peor que entonces, la Edad Media con armas de fuego e internet.

La amenaza del islamismo radical y sus consecuencias

Sin entrar ahora en el drama humano, absolutamente desolador, las consecuencias de todo ello no deberían de ser especialmente negativas para los mercados financieros siempre que el equilibrio inestable de la región se acabe manteniendo y el expansionismo violento de Irán en el terreno de la seguridad no compliquen más el conflicto y éste se limite a palestinos e israelíes. Es evidente que cualquier extensión de la contienda hacia otros países de la zona, especialmente a los productores de petróleo, Arabia Saudí a la cabeza, podría encarecer más el precio del crudocomo ya está sucediendo, con negativos efectos inflacionistas para Occidente, lo que supondría tipos de interés altos más tiempo y bolsas cayendo en caso de que lo anterior ocasionara una recesión de calado.

Luego, más allá del asesinato indiscriminado de personas, el principal riesgo que comporta el terrorismo islamista es el de fomentar la desunión entre los países occidentales. Tenemos un buen ejemplo de ello en la confusa y contradictoria reacción por parte de la Unión Europea a los salvajes ataques a Israel: el comisario húngaro Várhelyi anunció que la UE suspendería inmediatamente casi 700 millones de euros de ayuda a la Autoridad Palestina y, horas después, otro comisario, el esloveno Lenarcic, le corrigió afirmando que la ayuda humanitaria seguiría fluyendo. Para culminar el disparate, el día siguiente, Borrell, jefe de la política exterior de la UE, dijo lo siguiente: «el hecho es que en este momento las bajas en Gaza también están aumentando… así que tendremos que apoyar más, no menos, más». O sea, que la UE pasó de no destinar dinero a los palestinos a destinar menos y, por último, a destinar más. Todo en un solo día. Simultáneamente, Austria y Alemania, cortaban, al menos temporalmente, los pagos a los palestinos por temor a que el dinero acabe en Hamás… Entretanto, en España, la incoherencia y el sectarismo caracterizaban las reacciones de buena parte de la clase política.

Cui bono (¿quién se beneficia?) vs. ¿a quién perjudica?

La mayoría de los damnificados de esta guerra son evidentes, pero no es sencillo averiguar quién sale favorecido. Pueden ser muchos y nos llevaremos alguna sorpresa. Veremos. Mientras la devastación continúe y la fragilidad de la cohesión política en Occidente sean tan patentes, los beneficiados serán los que buscan la destrucción de la sociedad y cultura occidentales. Iremos por muy mal camino si nuestros políticos no son conscientes de ello y basan sus posturas en ese absurdo buenismo y en el exceso de una obtusa corrección política ante un fenómeno que va más allá de razas y religiones y que también podría minar la economía y finanzas que nos sustentan.

Asesórense bien y sean prudentes.

http://www.icapital.es

twitter: @GSantos_A