Fog of war, mercados y carteras

El conflicto armado en Ucrania llevaba al talentoso columnista y financiero Tom Burns Marañón a escribir hace unos días en Expansión una tribuna titulada «Fog of war». Esta expresión acuñada en el siglo XIX, niebla de guerra en español, resume bien hoy en día la confusión causada por la  imprecisión en la información  cuando se produce una guerra y las  incertidumbres  que se crean. Más allá del desolador drama humano que el ejército ruso está provocando, cosa que muchos considerábamos ya impensable en la Europa del siglo XXI, nos encontramos ahora en un entorno brumoso e intrincado en los mercados financieros para los que muchos ya predicen un giro definitivo a la baja. 

Nueva realidad geopolítica en el mundo

De todos los análisis que pueden hacerse sobre lo que está sucediendo hay uno que considero de especial trascendencia por lo que supone para el orden mundial y que es quizás de los menos aireados. Me refiero al  nuevo marco en el que va a moverse el poder  en el mundo a partir de ahora ya que a Estados Unidos y a China se incorpora de manera definitiva, implacable y vil la Federación de Rusia.

Si alguien dudaba de la capacidad del Presidente Putin para arrollar cualquier planteamiento occidental de entendimiento y confiaba en un buenismo de última hora, ya puede cambiar de idea: Rusia ha actuado y así lo seguirá haciendo hasta que… no sé hasta cuándo ni hasta dónde ni quién puede frenar el expansionismo ruso y el coste de vidas sin provocar un conflicto aún mayor. Lo único seguro ahora y de cara al futuro es la  multipolaridad en la que van a situarse las economías, el retroceso en la globalización que la pugna EEUU/China ya estaba provocando y, en lo puramente económico/financiero, el  plus de complejidad  que todo ello comporta a la hora de crear carteras de inversión bien adaptadas a las diferencias regionales en crecimiento y circunstancias macroeconómicas (inflación especialmente) que cada vez van a ser más dispares.

El impacto en los mercados

Es importante aclarar que, salvo que la situación bélica se complique y alargue sustancialmente, la amenaza para los mercados viene mucho más por las  condiciones macroeconómicas previas  que por las actuaciones de Rusia. Recordemos que estamos en un mundo con un crecimiento que se va ralentizando, una política monetaria que va a pasar de ultra expansiva a restrictiva, una inflación demasiado alta y unos bancos centrales que se enfrentan al problema de cómo mantener el crecimiento y el empleo frenando a la vez el alza de los precios y sin dañar en exceso las endeudadas finanzas públicas. Difícil rompecabezas.

Históricamente, los shocks como el que vivimos  no resultan en mercados bajistas  pues no impactan en exceso en las cuentas de resultados de las empresas. En el corto plazo, las Bolsas tienden a caer con fuerza, pero si no caminamos hacia una recesión global, que no parece, generalmente la recuperación es rápida.

No obstante, el  coste de la energía  podría subir más, sobre todo en Europa, lo cual es una amenaza que habrá que vigilar por sus efectos inflacionistas y, por tanto, de política monetaria. Lo peor sería que los bancos tuvieran que acelerar las subidas de tipos para frenar la inflación y estrangularan así el crecimiento económico en Occidente, conduciendo con ello a la economía global hacia una recesión. Es un escenario de baja probabilidad pero una extensión del enfrentamiento militar por mucho tiempo con un encarecimiento del precio de la energía continuado, podría desencadenarlo. Por otro lado, esta hipotética extensión del conflicto también podría llevar a los  bancos centrales a ser más cuidadosos  en sus medidas de restricción monetaria (subidas de tipos) para evitar «males mayores» en las economías ya que de fondo está la necesidad de dar aire permanentemente a los Estados para pagar los intereses de su Deuda emitida. 

Acciones a tomar 

En el marco descrito y todavía sumidos en la niebla de la guerra, podemos enunciar algunas medidas razonables para  gestionar el riesgo  en estos momentos en cualquier cartera de inversión:

–        Mantener  bien adaptado el peso de la renta variable  al perfil de riesgo deseado y contar con  liquidez  e inversiones conservadoras válidas en un contexto de subidas de tipos de interés (renta fija a corto plazo y con cupón variable/flotantes, entre otras).

–        Una  elevada diversificación ofrece protección intrínseca  contra los mercados bajistas. Como dato ilustrativo, recordaba un reciente análisis de UBS que desde 1945, durante mercados bajistas, el índice americano S&P 500 cayó en promedio un 34,5% y pasó 39 meses «infravalorado», en tanto que una cartera 60% renta variable/40% renta fija, mínima diversificación exigible, perdió en promedio un 20% y registró un nuevo máximo dentro de los 30 meses siguientes.

–        Contar con potenciales  «coberturas geopolíticas»  que, sin estar exentas de riesgo, pueden compensar las caídas de otros activos: exposición a materias primas en general, también a empresas cotizadas cuyas cuentas de resultados se vean favorecidas por un aumento de los costes energéticos, contar con posiciones que se beneficien directa o indirectamente de un Dólar fuerte (divisa que siempre es refugio de seguridad).

–        Comprar los  ganadores del crecimiento mundial pero mirando más a Europa  que a Estados Unidos donde las valoraciones, a pesar de las caídas de las últimas semanas, son más exigentes.

–        Tomar algunas  posiciones defensivas  de sectores como el cuidado de la salud así como estrategias de dividendos; también las estrategias de asignación dinámica, el uso de soluciones estructuradas y los fondos líquidos de retorno absoluto son alternativas que realzan su valor en cartera en la actualidad.

Conclusión final para la inversión financiera: evitar el alarmismo pero ser consciente del nuevo marco de actuación

La humareda que provocaban en el siglo XIX los disparos de los mosquetones y las polvaredas de las cargas de caballería se han convertido ahora en lanzamientos de misiles, amenazas nucleares y ataques cibernéticos, por un lado, y sanciones económicas y prohibiciones por otro, todo dentro de la nueva multipolaridad hacia la que camina el mundo. El  daño final es el mismo: desconcierto y sufrimiento y muerte de personas inocentes alejadas de los que están en el poder. Como me decía hace unos días un gran amigo, al menos actuemos sobre lo que podemos, nuestro patrimonio en este caso.

Asesórense bien y sean prudentes.

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