Dos deseos y un temor para 2022

Los que nos dedicamos al asesoramiento sobre inversiones en los mercados financieros afrontamos cada nuevo año  deseando acertar en nuestras recomendaciones. Esta vez no cambia el deseo si bien también tengo otras aspiraciones que voy a explicar brevemente, las cuales, me temo, son  más difíciles de ver cumplidas.

Que nuestros políticos dejen de pensar que somos tontos

La explicación por parte del Gobierno de los cambios que comporta la recientemente aprobada reforma laboral es el último episodio de comunicación engañosa. Ha habido numerosos como éste a lo largo del pasado año, tanto en el Gobierno como en la oposicion, pero el citado se sitúa a la cabeza de las ventas de humo. Lo que  se ha vendido es que la reforma supone un cambio radical en el esquema anterior de 2012 (éste tampoco cambió muchas cosas) y eso no es así.

Las modificaciones ligadas a la pérdida de prioridad de los convenios de empresa sobre los sectoriales (como se aprobó en 2012) y la imposición del contrato de trabajo indefinido relegando al temporal para causas muy tasadas, no son de por sí alteraciones significativas con respecto al marco laboral previo. Lo que suponen estas medidas es  menor flexibilidad  en el mercado de trabajo español y, en consecuencia, más dificultad para la creación de nuevos puestos de trabajo. Realmente, el tan pregonado diálogo social no ha contentado a nadie, ni al Gobierno ni a los agentes sociales.

Me temo que, en lo que a  creación de empleo  respecta, esta nueva normativa laboral no va a destacar o, como mínimo, mucho menos de lo que se está anunciando, especialmente en los servicios y en la construcción que son sectores vitales para la generación de puestos de trabajo en España. Mañana conoceremos el dato de paro de diciembre-21, todavía prereforma. Veremos.

Que se imponga la transparencia en el entorno energético

Como comentaba en mi último post sobre las verdades y mentiras de 2021, el impulso de la Comisión Europea a las energías renovables para lograr el objetivo de que el 80% de la electricidad que consumimos provenga de ellas en 2050, encierra todo tipo intereses espurios y adultera el mercado eléctrico. De hecho, la propia Unión Europea es la máxima responsable del disparatado aumento sin control del precio de los derechos de emisión de CO2, ya que el precipitado mensaje de cero concesiones a los combustibles contaminantes  fomenta una fuerte especulación con los derechos de emisión de carbono que está llevando a que entren en ese mercado hasta fondos de inversión para los que su creación, ni mucho menos, estaba pensada.

Los daños que lo anterior está causando a miles de industrias que se ven ahogadas por sus facturas de gas y de electricidad y a los hogares de la mayoría de ciudadanos son de sobra conocidos. A pesar de ello, parece que la única energía buena es la denominada renovable. Ésta es la que  desearíamos fuera la única fuente  cuanto antes pero no a costa de arruinar empresas y economías domesticas. Parece que este deseo está ya teniendo eco en Bruselas pues la UE va a proponer oficialmente considerar como  «energía verde» a la nuclear y al gas natural para así poder lograr el citado objetivo de cero emisiones contaminantes en 2050 sin causar estragos en las economías de los países,  modificando así la clasificación de energías que se consideran sostenibles  desde un punto de vista medioambiental. Todo se vuelve más relativo cuando hay riqueza y dinero de por medio.

Miedo a que los bancos centrales se equivoquen

El temor que enuncio en el título de esta columna no es al Covid y sus nuevas variantes de las que muchos expertos anuncian ya su posible llegada y la elevada probabilidad de que acabe transformándose en una enfermedad endémica similar al resfriado. Mi miedo radica en la  nueva actitud  que están adoptando los bancos centrales occidentales, más por ahora la Reserva Federal americana que el Banco Central Europeo, hacia la desaparición de los estímulos monetarios que ellos mismos llevan impulsando muchos años y que se han intensificado con la pandemia.

El papel de los bancos centrales es complicado ya que  se debaten entre dos riesgos:

–        Ser  cautos en la retirada de estímulos  y arriesgarse a un recalentamiento de la economía y a que la inflación pueda dispararse,

–        o ser  demasiado agresivos  y arriesgarse a llevarla a una recesión y, lo que sería más grave, provocar una subida de tipos de interés en sus distintos plazos que comprometiera en algunos países la capacidad para atender su servicio deuda.

De lo anterior  dependerá en gran medida la evolución en 2022 de los mercados  de acciones y bonos de todo el mundo.

No cabe duda de que el año recién comenzado tiene visos de ser un ejercicio intenso en lo financiero. Verdaderamente siempre es así, no se preocupen, aunque más que nunca, como siempre recuerdo al final de estas entradas en el blog, asesórense bien y sean prudentes.

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