¿De verdad es el bitcoin el nuevo oro?

La criptomoneda bitcoin alcanzó hace unos días su máxima cotización histórica al situarse por encima de los 66.000 dólares. Había tocado su anterior récord el pasado abril al cotizar sobre los 63.000 dólares pero al poco se desplomó hasta 30.000 protagonizando así una  caída de más del 50%. ¿Se debió ésta a las tensiones financieras en China y al riesgo de menor crecimiento que descontaron entonces los mercados? Pues no. Con ello avanzo mi respuesta a la pregunta del título, aunque hay matices.

Ni brillo ni valor

El dispar comportamiento de sus cotizaciones hacía que el diario Financial Times publicara recientemente que los inversores abandonaban el oro y lo cambiaban por criptomonedas por el temor a la inflación y de ello se hacía eco Expansión. En la base de este último movimiento alcista de la criptomoneda se encontraba la puesta en marcha del activo  ProShares Bitcoin Strategy  ETF ligado al mercado de las criptodivisas y que es el primero de su categoría aprobado por la SEC (equivalente en EEUU a la CNMV).

Como recordaba la revista  Forbes  hace unos meses, la realidad demuestra que el oro reina cuando se busca un depósito de valor, lo que no es el Bitcoin; éste sigue siendo un advenedizo digital más arriesgado pero más gratificante (esto último sólo si se adquiere en el momento adecuado, por supuesto). El execonomista jefe de  Merrill Lynch, David Rosenberg, cree que el oro es una mejor apuesta ya que cuenta con un largo recorrido de datos históricos que le permiten demostrar que es un depósito de valor probado y, en cambio, el bitcoin, con una  volatilidad cinco veces superior  a la del oro, sólo convence por ahora a una minoría de especuladores: «El día en que la reina Isabel intercambie las cinco libras de oro de su corona por criptomonedas será el día en que cambiaré de rumbo».

El efecto cobertura en cartera

Históricamente, el metal precioso ayuda a suavizar el golpe de una caída bursátil o incluso a obtener ganancias cuando esa corrección supera al menos un 10%. El comportamiento del bitcoin, en cambio, es  altamente errático en momentos negativos de mercado.

No obstante,  como le sucede al oro, la cantidad de bitcoins es limitada (su creador restringió el suministro total a 21 millones de  «tokens»  o unidades) y ambos coinciden en que no son emitidos por banco central alguno. Pero el  bitcoin carece de un valor fiduciario  basado en la confianza de sus usuarios y el respaldo de un Estado. No es lo mismo que un país acepte los pagos con bitcoins a que adopte la criptodivisa como su moneda de uso común.

Ninguno de los dos genera flujos de efectivo, ni dividendos ni pagos de cupones y ambos dependen en gran medida del sentimiento de los inversores para sus precios y valoraciones, pero el oro es un producto físico real con claras aplicaciones industriales y de consumo y se utiliza en muchos productos, incluidos joyería y electrónica. Es decir, el oro tiene muchas  aplicaciones en el mundo real  que le otorgan una garantía cierta de valor e impiden que su cotización se vaya a cero, lo que sí podría suceder con el bitcoin a poco que surgiera un posible fraude en su uso y/o valoración de mercado. En el caso del oro, un desplome de su cotización estimularía la demanda de los consumidores y de las empresas y la industria, lo que en última instancia conduciría a una recuperación de su precio.

En definitiva, a pesar de ciertas similitudes existentes entre el bitcoin y el oro, éste último sí  puede servir de cobertura  en determinados momentos especialmente desfavorables en los mercados ya que su valor intrínseco y su notoriedad le aúpan a una posición aventajada frente al bitcoin.

Con todo, como siempre recuerdo en esta columna y apurando el anglicismo,  no hay mejor  hedge  que el  cash.

Asesórense bien y sean prudentes.

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