Talgo: protección, intervencionismo o maltrato al accionista

Considero más que honorable la defensa de nuestro jamón, de nuestros vinos y la del hoy poco accesible aceite de oliva español. Sin embargo, creo que el ámbito mercantil es muy distinto y más aún cuando hablamos de sociedades cotizadas. Me explicaré.

Multinacional que va a más

La empresa Talgo se fundó en 1942 por las familias vascas Goicoechea y Oriol y desde entonces se ha dedicado al desarrollo y fabricación de material, sistemas, equipos y mantenimiento de transporte ferroviario, o sea, a hacer trenes. Estos son solicitados por empresas públicas, sobre todo a través de concursos, y privadas. Su actividad es internacional y cuenta con presencia directa y permanente en países de todo el mundo: aparte de en España, con su sede central en Las Rozas (Madrid), en otros como Alemania, Estados Unidos, Kazajistán o Arabia Saudí.

Sus beneficios han sido crecientes a lo largo de los últimos ejercicios y, según las cuentas auditadas más recientes, ganó algo más de 12 millones de euros en 2023 (multiplicó por 9 el beneficio neto del ejercicio anterior) tras aumentar su facturación casi un 40%, capitalizando en estos momentos unos 520 millones de euros. La deuda ha crecido, pero está bajo control (ratio deuda/ebitda de 3). Conclusión: Talgo es una compañía atractiva para un inversor y, especialmente, para un competidor del sector con deseos de crecer.

¿Quién quiere comprar Talgo y por qué?

Después de anunciarlo en marzo pasado tras meses de negociación entre directivos, hace menos de dos semanas el grupo húngaro Magyar Vagon presentó oficialmente una opa por el 100 % de Talgo a cinco euros por título por un total de 619,3 millones de euros. La empresa húngara, de menor tamaño que la española, busca con la operación mejorar su posicionamiento estratégico en un sector altamente competitivo —los gigantes Alstom y Siemens están muy presentes en él— y potenciar así su expansión internacional. Se compromete a mantener en España la sede, la capacidad de fabricación, la actividad, el empleo y la marca.

Además, los húngaros querrían participar en los planes de reconstrucción que se anunciarán cuando acabe el conflicto en Ucrania y Talgo cuenta con una ventaja con respecto a sus competidores: fabrica trenes con rodadura desplazable aptos para distintos anchos de vía. Resulta que el ancho de vía ucraniano es distinto al del resto de Europa, como le sucede al español.

El Ministro de Transportes y otros miembros del Gobierno han manifestado su oposición a esta operación corporativa por razones que considero son más que dudosas. Aluden desde Moncloa a los lazos del accionariado de la empresa húngara con el Gobierno de Hungría, encabezado por el controvertido Viktor Orbán, así como relaciones con el círculo del presidente Putin, pudiendo ser esta opa otro indicio del incontenible expansionismo del ruso.

Para obstaculizar la operación, el Gobierno español intentará declarar a Talgo como empresa estratégica en aplicación de la nueva normativa de opas que reemplazó a la promulgada sobre la misma materia durante la pandemia. La consideración de Talgo como «estratégica» no es evidente vista la presencia de competidores nacionales y extranjeros en el sector y la motivación del ancho de vía que parece se quiere utilizar como argumento antiopa. Todo ello está complicando la aprobación de la operación y podría incluso frenarla.

Lógica financiera y empresarial

A mi juicio, estamos ante una opa legítima con lógica empresarial y financiera. La directiva y principales accionistas de Talgo la ven con buenos ojos y desean su favorable desenlace (ganarían un 20% sobre cotización actual). Por cierto, que entre estos es mayoritario un fondo de capital privado (private equity) de los que demoniza con frecuencia nuestro Gobierno con un 40%. Compañías de seguros, grupos financieros internacionales y family offices completan el accionariado junto con un free float de casi la mitad de este. Es incuestionable que estamos ante una empresa que despierta mucho interés internacional.

Ganar tamaño vendría muy bien a Talgo, ya que allanaría su camino de crecimiento en Estados Unidos y en algunas regiones de Asia, zonas donde el transporte ferroviario dista mucho del europeo en tecnología y renovación. Ahí está el futuro de Talgo. Su presente debería estar en las manos de sus accionistas que quieran acudir a la opa y no en las de un Gobierno que no para de dar muestras de un intervencionismo que camufla una espuria protección de nuestra industria y que cada vez es más inquietante.

Asesórense bien y sean prudentes.