Bolsas, realidad y engaños

Acostumbro a recordar en este blog cómo las bolsas van por un lado y la realidad de la sociedad por otro. También suelo insistir en uno de los karmas buffetianos que dice que una inversión inteligente es la que se centra en “valor”, es decir, aquélla en la que se adquiere algo que vale más de lo que se está pagando. Pues bien, el triste e inacabado episodio de la empresa Gowex pone bien de manifiesto ambas nociones y nos recuerda dos máximas bursátiles de siempre: es imprescindible dar dos pasos hacia atrás para tener una buena visión de mercado y hay que invertir en negocios que se entienden y cuya generación de ingresos es transparente.

Los datos refuerzan el alejamiento

Me refiero a la distancia que existe entre la economía real y la financiera. Contaba en Expansión hace unos días cómo la revista The Economist reflejaba lo bueno y lo malo de la economía española y que todavía lo segundo pesaba más. En buena parte de la sociedad española se ha instalado el descontento y prueba de ello es las aparición y resurgimiento de partidos de izquierda que se apoyan en consignas antisistema.

En el ámbito de la economía global, las debilidades persisten: la incierta evolución de las principales economías emergentes, con Brasil a la cabeza del desconcierto, la falta de confirmación del crecimiento de EEUU tras un primer trimestre de contracción de su economía, la incesante acumulación de deuda pública por parte de las economías occidentales que no se ve acompañada de un crecimiento del PIB que permita su futura y progresiva absorción, por citar algunos síntomas de fragilidad.

Volviendo a nuestra casa, saltaba hace unos días una señal de alarma al conocer el crecimiento de las necesidades de financiación de la economía española frente al exterior: más de 7.000 millones de euros en el primer trimestre de este año, lo que supone un notable empeoramiento de nuestros datos de déficit exterior. El motor de las exportaciones se ve frenado por el crecimiento en las importaciones, recordándonos ese mal endémico de nuestro país.

Y las bolsas siguen a la carrera

Aunque vivamos en un entorno dominado por la falta de visibilidad futura, en el corto plazo las bolsas continúan su favorable evolución. Las políticas monetarias ultra expansivas de los bancos centrales junto con la falta de alternativas, son factores suficiente fuertes como para mantener el impulso alcista en compañías y sectores cuyos fundamentales cada vez lo justifican menos. Por ello se ven con más frecuencia indicios de euforia bursátil y especulación indiscriminada. El caso de la compañía Gowex, con su exitoso lanzamiento en bolsa y el revelamiento de fraude hace escasas horas, es buen ejemplo de ello.

Es cierto que los mercados se mueven en función de expectativas, pero es igualmente verdad que la complacencia de inversores y regulador y la relajación en los controles facilitan la creación de fenómenos de este tipo. Dudo mucho que este lamentable suceso hubiera podido ocurrir hace dos o tres años cuando cualquier nueva inversión se miraba con lupa y la aversión al riesgo y los índices de volatilidad no estaban por los suelos como ahora.

Conclusión de prudencia

Es innegable que si los problemas de fondo de las economías occidentales se hubieran solucionado, los bancos centrales no seguirían inyectando dinero por casi todas las vías posibles. Las bolsas se adelantan pero, atención, también se equivocan. Por eso no puedo dejar de insistir en tres ideas:

  1. Mirar con más frecuencia hacia lo que sucede a nuestro alrededor para tomar consciencia de lo mucho que le queda a nuestra economía para salir de verdad de la crisis que todavía la somete,
  2. No dejarse llevar por la necesidad de contar riesgo en las carteras por miedo a quedarse atrás en la tendencia alcista de las bolsas,
  3. Y, si se quiere de verdad tomar una posición en renta variable, tener presente la conveniencia de invertir en empresas que creen riqueza en mayor medida de lo que les cuesta el capital que utilizan.

Conseguirán así alejar los riesgos tipo Gowex y dormirán más tranquilos. Dentro de dos semanas, tras un descanso veraniego, volveremos sobre ello.

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