Que levante la mano quien en enero de 2025, después de ganar Trump las elecciones presidenciales en EEUU, creyera que en diciembre íbamos a ver los principales índices bursátiles en máximos históricos (v. gr. el S&P 500 encara diciembre tras 7 meses seguidos de subidas) y con buena perspectiva para 2026.
El mercado laboral de EEUU sigue debilitándose pero muy, muy poco.
El informe sobre el empleo de septiembre, que no se publicó hasta el jueves pasado debido al cierre del Gobierno, mostró señales contradictorias: aunque aumentó el número de puestos de trabajo, la tasa de desempleo subió del 4,3% en agosto al 4,4% en septiembre, a pesar de la ralentización de la inmigración debido a ciertas medidas de la Administración de Trump. Además, parte del aumento del desempleo se debe a una mayor participación de la población activa en el mercado de trabajo. Las previsiones de hace doce meses para el mercado laboral americano eran bastante negativas dado que el escenario que se descontaba era de recesión o cerca de ésta.
La Reserva Federal (Fed) de EEUU bajará tipos probablemente a mediados de este mes.
La velocidad de bajadas de tipos de interés por parte de la Fed que el mercado estimaba para este año era mucho mayor que lo que hasta ahora ha sucedido. De hecho, a lo largo de 2025 solamente ha habido dos descensos de tipos oficiales en EEUU (vs. cuatro del BCE) y, actualmente, se descuenta por el consenso de analistas una probabilidad de alrededor del 80% de otra bajada en este mes de diciembre. De cumplirse el pronóstico, como imaginan, las bolsas lo recibirían con subidas. Y, salvo sorpresa negativa en el dato de precios que conoceremos a final de semana, también lo haría la renta fija.
El riesgo geopolítico de principios de año ha ido a menos
Lo anterior, se debe en buena medida, y sorpresivamente, al presidente Trump. Si su carrera para obtener el próximo premio Nobel de la Paz pasa por firmar acuerdos como el de Oriente Medio (Israel – Hamás) y, como parece, el del conflicto en Ucrania, bienvenida la competición. Sobre esto último, la guerra entre Rusia y Ucrania, todavía quedan cuestiones complicadas que concretar (la pérdida territorial de Ucrania es, como es lógico, la más peliaguda). En todo caso, estamos ante otro ejemplo de la impotencia de Europa en sus actuaciones de política internacional. Me temo que, por mucho que nos propongamos invertir en defensa, esta incapacidad no va a cambiar.
La burbuja no ha explotado, al menos por ahora, y la Inteligencia Artificial (IA) mantiene el pulso y también los beneficios empresariales.
El escepticismo que sobre la IA hemos visto crecer durante el presente año se ha frenado. Los resultados corporativos publicados en las últimas semanas, no solo para las tecnológicas, también para el resto del mercado, han sido bastante favorables batiendo las expectativas. No en vano, muchos de los que vendieron por miedo, están ahora buscando el rebote (el FOMO condiciona de nuevo las decisiones de inversión).
Con todo, es probable que el sector de la IA pase de una fase de euforia por el despliegue de infraestructura hacia otra más centrada en integrar la inteligencia artificial en productos y procesos, debiendo demostrar en ese desarrollo su capacidad de generar ingresos incrementales en las cuentas de resultados de las empresas. De no ser así, las caídas en los mercados de acciones serían generalizadas.
Sentimiento de mercado al alza
En definitiva, creo que el sentimiento ha cambiado una vez más para las bolsas en general (estadounidenses, europeas y emergentes), porque el hecho de valorar la evolución del mercado durante estos pasados meses y compararla con la visión de principio de año, provoca que el apetito por rentabilidad supere cualquier preocupación macro negativa que, además, se presenta improbable, como mínimo, en el corto plazo.
Finalmente, casi lo olvido, les doy la respuesta a la pregunta del primer párrafo de esta columna aunque la pueden imaginar: ninguna mano levantada.





