Capitalismo vs. comunismo, ¿qué es mejor?, en NY parece que dudan

Más allá de su adscripción al islam, cuestión ésta nada desdeñable teniendo en cuenta la situación geopolítica de EEUU y los principios que subyacen en la religión musulmana, se están alzando numerosas voces sobre si el verdadero programa de este político se adentra o no en los principios comunistas más rancios y dañinos. Creo que estamos una vez más ante una estrategia consistente en disfrazarlo todo de un socialismo woke, falso progresismo realmente, como contaba EC hace unos años, que ya no engaña a nadie a poco leído que esté.

De ahí, en parte, que no falten políticos y medios que en estos momentos se están volcando en desmentir cualquier vinculación o acercamiento del nuevo alcalde a políticas de izquierda radical. La campaña «pro Mamdani» era inevitable que llegara tras su victoria electoral, máxime después de las torpes declaraciones del presidente Trump tildándole de comunista e invitando a los que no estén de acuerdo con su nombramiento a mudarse a Miami.

Trump, como otras veces, con un mensaje poco oportuno y mal enfocado para el objetivo buscado, advirtió a los neoyorquinos de que no votaran por el demócrata o que asumieran las consecuencias, asegurando que los demócratas quieren convertir el país en «la Cuba comunista y la Venezuela socialista» y amenazando con recortar la financiación a Nueva York. Todo muy trumpista, vamos.

Veladas propuestas contra algunas bases del capitalismo

Entre las propuestas de Mamdani que están llamando más la atención está la de congelar el alquiler para los neoyorquinos que viven en apartamentos con la denominada “renta regulada o alquiler estabilizado” (aproximadamente medio millón de hogares), lo que conocemos bien los españoles que acaba provocando el efecto contrario, y la de abrir supermercados con precios regulados (subsidiados por la Administración) para los productos de alimentación. ¡Viva el libre comercio!

Otras propuestas como la de hacer que los autobuses públicos sean gratuitos y proveer de cuidado infantil universal a todas las familias que lo soliciten me parecen muy loables, siempre que el presupuesto de la ciudad de los rascacielos lo permita.

Sucede que el alcalde electo piensa que la mejor forma de sufragar todo ello es aumentar los impuestos a «los más ricos». Así, sin definir más, con esa ligereza tan típica del progresismo más trasnochado pero que no podemos negar que, lastimosamente, nos acorrala en estos momentos en España y parece que ahora lo va a hacer en Nueva York. No obstante, el político de origen ugandés tendría poco poder para tomar esas medidas desde el ayuntamiento ya que, en EEUU, los impuestos sólo pueden ser regulados por los legisladores estatales con la aprobación del gobernador y la demócrata Hochut, quien ocupa ese cargo en la actualidad, no es proclive a planteamientos de ese tipo.

La realidad lo demuestra: el capitalismo ayuda a ricos y a pobres

Comparando lo logrado por los principales sistemas económicos de la Historia, capitalismo y socialismo, y partiendo de la imposible perfección de ninguno de ellos, se demuestra en la práctica que el primero es el mejor sistema jamás desarrollado para mejorar el nivel de vida de las personas y, como mínimo, es el que menos personas ha llevado a un estado de inanición. Tal cual. Podría poner muchos ejemplos de lo anterior, especialmente los múltiples casos ligados a la antigua Unión Soviética, pero quedémonos con lo sucedido en Venezuela en el siglo XXI. Este país, después de la llegada de Chávez al poder, notorio exponente del anticapitalismo y del “patriotismo socialista”, ha pasado de ser uno de los más ricos de Latinoamérica a uno de los más pobres con una pérdida masiva de población.

Son innegables algunos de los grandes defectos del capitalismo como el riesgo de excesos seguidos de un colapso, como ocurrió en la Gran Depresión y con la crisis de las hipotecas subprime de 2008, así como su capacidad de crear ineficiencias sociales que con frecuencia pasan desapercibidas al ficticio «Estado de Bienestar» que no pocos políticos europeos todavía quieren vendernos. En la base de éstas siempre se encuentran los errores de las políticas gubernamentales y los intereses espurios de muchos gobernantes, provengan de uno u otro partido político. Solucionarlo con una mayor interferencia del Gobierno en los mercados acaba agravando los problemas y culmina con la instauración de un Estado explotador con sus impuestos y regulaciones asfixiantes, con su deuda impagable y su inflación empobrecedora.

Para disimular tal desmán, los gobiernos que toman medidas orientadas en esa dirección y que, como digo, acaban acumulando más deuda, déficit e inflación que son los componentes que cimentan las desigualdades, promueven la existencia de un Estado en permanente conflicto y acostumbran a denominarse, ellos mismos y los medios de comunicación que les sustentan, como «progresistas». De eso, me temo, sabemos mucho en nuestro políticamente alicaído Estado español.