Entendiendo los efectos de la IA (o intentándolo) y su posible burbuja en Bolsa

La IA tiene profundas implicaciones para el crecimiento, la inflación, el mercado laboral y, por supuesto, los precios de los activos en los que invertimos. De hecho, en los últimos años, el auge de la inversión en IA y su promesa transformadora han impulsado al índice S&P 500 a máximos históricos, moviendo al alza de manera meteórica las cotizaciones de la mayor parte de empresas tecnológicas, especialmente las de gran capitalización.

Los analistas nos preguntamos si estamos ante un sobrecalentamiento en Bolsa de una industria, la tecnológica, que quedará ahí pues los resultados de las empresas justificarán sus alzas, o realmente se trata de la clásica burbuja de activos a punto de estallar.

Ya está sucediendo

El impacto económico de la IA ya no es teórico, sino que es cada vez más tangible, medible, y acelerado y se confirma que está contribuyendo a recalibrar e impulsar la productividad. De acuerdo con recientes análisis del grupo financiero estadounidense Neuberger, existen datos de Estados Unidos que muestran su impacto en el empleo así como en incrementos de productividad. Y aunque no podamos todavía hacer un juicio completo y emitir un veredicto definitivo, nadie duda de que la IA ha llegado para quedarse.

Por ello, tampoco a nadie le sorprenderá que los puestos de oficina de menor nivel y fácilmente automatizables se enfrenten a un riesgo significativo de desplazamiento. Es así previsible que asistamos a una amplia perturbación del mercado laboral con profundas implicaciones políticas para las que los gobiernos mundiales necesitarán, en última instancia, respuestas eficaces.

Es más, continuando con la visión del citado analista, las empresas que integran la IA en sus flujos de trabajo están protegiendo y, en algunos casos, mejorando sus márgenes de beneficio. Es pronto para aseverarlo, pero esto parece coherente con un cambio radical en la eficiencia, más que con un repunte cíclico. En cifras, lo que se espera es que solo por la IA se incremente la productividad y el PIB de Estados Unidos en aproximadamente un 1,5 % para 2035 y en casi un 3 % para 2055. En el conjunto del G7, se prevé que la productividad laboral aumente entre un 0,2 % y un 1,3 % durante la próxima década, con variaciones significativas en función de la velocidad de adopción y la composición del sector.

Efectos distintos en función de zonas geográficas y sectores

Es evidente que industrias como la del software están beneficiándose más rápidamente de los efectos descritos que en otros sectores como pueden ser el inmobiliario y la alimentación. Es decir, estas ganancias de productividad están todavía lejos de distribuirse de manera uniforme.

Igualmente, a nivel regional la divergencia es muy notable. Por un lado, Estados Unidos y China avanzan más rápidamente en el desarrollo de la IA gracias a una normativa más flexible, enormes inversiones y un intenso despliegue. Por otro, Europa corre el riesgo de quedarse atrás, no por falta de capacidad, sino porque su postura de dar prioridad a la regulación, como en tantos ámbitos de la economía y de la sociedad en general, puede ralentizar la adopción de la IA por empresas y comercios. Esta disparidad podría influir en la dinámica competitiva y en la asignación transfronteriza de capital en los próximos años.

Otros riesgos en su implementación

Además de lo comentado en el punto anterior, las dudas sobre el cómo y a qué ritmo los efectos de la IA repercutirán sobre la productividad son todavía considerables. Asimismo, existen incertidumbres sobre la capacidad de la infraestructura energética necesaria para respaldar su despliegue a gran escala.

Tampoco podemos dejar de lado la creciente red de colaboraciones entre las principales empresas tecnológicas que crea una dependencia compartida que podría amplificar el riesgo. De hecho, OpenAI, la empresa responsable de ChatGPT, cerró hace unos días un acuerdo por valor de 100 000 millones de dólares con Nvidia y firmó acuerdos de colaboración con AMD y Broadcom. Estos acuerdos podrían suponer una capacidad energética de 26 gigavatios para centros de datos, lo que equivale a más del 75 % del consumo eléctrico anual total del Reino Unido, según datos del grupo financiero nórdico Evli.

Qué pasará en Bolsa

Los frutos de la IA se filtrarán a través de los beneficios y las valoraciones de las empresas cotizadas. Eso sí, en un entorno de inversión más complejo, al menos a corto y medio plazo. Aunque sea demasiado pronto para cuantificar con certeza, creo que la combinación del crecimiento resistente de Estados Unidos y de China y su impulso al crecimiento global, hacen que la visión general para los activos de riesgo sea constructiva. Serán las empresas que puedan traducir la IA en eficiencias cuantificables y que por ello puedan mantener una mayor rentabilidad, o sea, mejoras en márgenes, las que serán reconocidas por los inversores y mayor retorno ofrecerán a éstos.

Un informe recientemente publicado por JP Morgan recordaba el riesgo de burbuja en el sector tecnológico y exponía que los gigantes de la inteligencia artificial cotizan ahora a 30 veces el valor de los beneficios futuros y el resto del índice S&P 500 está cotizando a 21 veces los beneficios futuros. El informe considera que es esta parte del mercado, y no la tecnología de mega capitalización, la que parece estar más sobrevalorada en comparación con niveles históricos, ya que las expectativas de un repunte en el crecimiento de los beneficios sustentan las mayores valoraciones de las big tech. En todo caso, los inversores preocupados por el riesgo de valoración tienen dos opciones: utilizar la gestión activa para ser muy selectivos dentro del S&P 500 o migrar inversiones hacia otras regiones que aún cotizan con fuertes descuentos frente a Estados Unidos.

Al final, la IA se está convirtiendo en un catalizador de profundos cambios económicos y sociales. Por eso, más allá de las acciones tecnológicas más directamente vinculadas a esta capacidad de transformación e independientemente de si existe o no una «burbuja de IA», será el rendimiento superior selectivo y demostrable de la inversión en IA el que determinará el devenir de las cotizaciones de buena parte del mercado bursátil. Hay señales claras de que nos dirigimos en esa dirección. En el corto plazo, las publicaciones de los resultados del 3T-25 serán clave para medir la salud real del ciclo inversor en IA y tecnología. Veremos.