Cien días que se han hecho largos

Se cumplieron recientemente los 100 primeros días del presidente Trump al frente del Gobierno estadounidense. Cien días en un Gobierno no son nada realmente, solo es un dato simbólico aunque, a veces, es sintomático de lo que puede suceder en el mandato político en su conjunto.

Los 100 primeros días en resumen

Han sido 100 días de turbulencias en el mercado e incertidumbre económica motivadas por una política arancelaria, anunciada/rectificada/en negociación que, más allá del ruido mediático y de sus negativos efectos, por ahora solo ha logrado ampliar el déficit comercial de EEUU, justo lo contrario de lo pretendido. Subyace en ello la lógica aceleración de importaciones por parte de muchas empresas americanas por el temor a la llegada de los aranceles anunciados que pudieran encarecer el coste de sus insumos. Por otro lado, según cuenta el Financial Times, los exportadores chinos están “lavando” sus productos en terceros países para evitar los aranceles de Trump. Como tantas veces, hecha la ley…

De cualquier forma, el creciente riesgo de recesión (el primer dato trimestral de crecimiento de PIB en EEUU, aunque muy matizable por el citado exceso de importaciones, ha sido ligeramente negativo por primera vez en tres años), los anuncios de despidos de abril que triplican la media histórica, una caída de más del 15% del S&P 500 y un rendimiento en el bono soberano a 10 años por encima del 4,5%, han sido los factores que han obligado a la Administración Trump a aplazar la aplicación de aranceles y abrir fases de negociación con numerosos países e incluso sentarse con su obsesivo amigo/enemigo chino.

Esa vertiginosa velocidad de acción política constituye tanto una de las herramientas más eficaces de la Administración americana como una de sus vulnerabilidades más evidentes. El golpe, por ahora, se torna en potencialmente devastador para la credibilidad de un presidente que recuperó la Casa Blanca con la promesa de controlar el aumento de precios y generar prosperidad y no parece que, al menos por ahora, esos objetivos se encuentren al final del camino emprendido.

Cambio de sentimiento y reacción alcista de los mercados

Los mencionados giros en la política comercial que pueden suponer potenciales mejoras para la evolución de las principales variables económicas (inflación, paro y crecimiento de PIB), por ahora solo potenciales reitero, unidos a las sólidas ganancias publicadas por los sectores tecnológico y bancario en EEUU, han ayudado a recuperar transitoriamente la confianza de los inversores (ganancias semanales del 3 – 5% en las principales Bolsas globales en la mejor semana bursátil del último año y medio).

De ahí que los inversores hayan celebrado con compras los buenos resultados de Microsoft y Meta, cuyas previsiones indican resiliencia ante los temores económicos arancelarios. Buena señal para el fondo del mercado. Los gigantes tecnológicos mantienen su compromiso de invertir firmemente en inteligencia artificial, incluso cuando la incertidumbre comercial ha obligado a otras empresas a contener el gasto.

Además, las moderadas cifras de inflación podrían hacer que la Fed bajara tipos y volviera a una política monetaria expansiva. Esta semana se reúne y veremos si Powell anuncia la cuarta bajada de este ciclo de reducción de tipos de interés comenzado en septiembre del pasado año. Accidentalmente, casi a la vez, puede que en el Vaticano se anuncie un nuevo papa. O quizás, a la postre, no suceda ni una cosa ni la otra. En todo caso, ambas acabarán llegando.

¿Y ahora qué?

La fortaleza del consumo en EEUU soporta una economía americana que, tras haber sufrido la mayor subida de tipos de interés directores de la historia en velocidad y magnitud (años 2022 – 2024), y con una fuerte caída en 2025 de la confianza de los consumidores americanos por las erráticas políticas de su presidente, muestra un gasto en consumo personal que creció un +1,8% anualizado entre enero y marzo de 2025. Se esperaba lo peor y el dato ha sido más que meritorio. A ello hay que sumar que, con China o sin China, la industria manufacturera estadounidense sigue siendo también un pilar de la fortaleza económica e innovación, cada vez más eficiente, con mayor productividad y más tecnológica.

Dicho lo anterior, y teniendo en cuenta que puede que hayamos visto ya lo peor de esta primera fase trumpiana, la realidad del histriónico Trump nos demuestra que no debemos confiarnos. Si finalmente la guerra comercial no se frena y es lo suficientemente grave – el impase económico-político entre los gobiernos de China y de EEUU es solo eso, un punto muerto-, los daños afectarán el mercado laboral. Primero, reduciendo la contratación, lo que ya está sucediendo en EEUU y, después, aumentando el desempleo y, en ese momento, entraríamos en una verdadera recesión.

La desconfianza que inspira el presidente americano después de sus primeros 100 dias en el Gobierno nos hace dudar de que la Historia le acabe juzgando como alguien que logró mejorar la vida de los americanos y del resto de las economías desarrolladas con ellos. La prudencia, entonces, dentro de las carteras de inversión es la mejor consigna.