Ralentización china, el otro riesgo

En Europa es Grecia quien da miedo a los mercados. Los americanos temen por los movimientos de sus tipos de interés (los europeos, nos sumamos en el temor). Y a los chinos les preocupa la ralentización de su economía. ¿Debemos todos echarnos a temblar?

 

El frenazo ya se apreció hace tiempo

 

Ha sido el FMI quien esta pasada semana volvía a reactivar la inquietud al revisar sus previsiones de crecimiento. Aunque mantuvo la previsión de crecimiento global para este año y elevó la del próximo (3,5% y 3,8% respectivamente), rebajó el crecimiento previsto para China para ambos ejercicios: 6,8 % y 6,3 %, viniendo de crecimientos del 7,8 % en 2013 y del 7,4 % en 2014.

 

Lo anterior se añade a una serie de datos recientes que redundan en el posible agotamiento del modelo chino (progresiva caída de las exportaciones, crecimiento del stock de inmuebles sin vender, incremento de la deuda de hogares y empresas por encima del 160% del PIB –porcentaje superior al de EEUU-) que obligan a analizar con mayor detenimiento la veracidad de sus grandes magnitudes macroeconómicas.

 

¿Cuál es el verdadero crecimiento de China?

 

La escasa transparencia que caracteriza la contabilidad china, unida a la actitud poco colaboradora de sus gobernantes con las instancias internacionales, obligan a realizar un análisis paralelo de los datos que nos llegan del gigante asiático. Varias casas de análisis elaboran estimaciones sobre cuál es el verdadero crecimiento de la economía china. Tienen en cuenta para ello parámetros como el consumo de electricidad, los fletes ferroviarios y la evolución del crédito bancario. Según estos cálculos, la verdadera cifra de crecimiento del PIB chino podría estar actualmente un 2% por detrás de los datos oficiales. Y en caída.

 

Nadie conoce las consecuencias

 

El principal problema al que se enfrenta la economía mundial ante un parón de la economía china es el desconocimiento de sus consecuencias. Las materias primas y sus países productores serían los grandes perdedores, al menos inicialmente, de tal situación, y lo llevan comprobando durante estos últimos años. Pero lo que más incertidumbre crea es lo que puede suceder con su burbuja inmobiliaria, las consecuencias de su eventual estallido en el sector bancario chino (predominantemente local hace unos años pero cada vez más interconectado con bancos occidentales) y cómo afectaría todo ello al sistema financiero de Occidente.

 

Reflexionando sobre la importancia de esta situación, recuerdo lo que contaba Mohamed El-Erian, entonces Director de Inversiones de la gestora americana Pimco, sobre que el principal problema al que se enfrentaban como economistas era “entender China”. Un país cuya web de su oficina estadística (http://data.stats.gov.cn/english/index.htm) incluye un “reloj de población” que indica segundo a segundo como ésta crece, no es, la verdad, fácil de concebir.

 

El Gobierno chino toma medidas

 

Las autoridades chinas son las primeras en ser conscientes de los riesgos de la ralentización, mayor o menor, de su economía, y de la necesidad de avanzar hacia una economía menos basada en la exportación y más en el consumo doméstico. Especialmente porque conocen mejor que nadie las adversas consecuencias sociales que un fuerte frenazo de su crecimiento, en lugar del deseado aterrizaje suave, podría ocasionar en la cohesión social del país. En el mundo globalizado e interconectado en el que vivimos, es muy difícil controlar un país con cerca de 1.400 millones de habitantes que tienen diferencias sociales extremas (del gran lujo a no disponer de electricidad), incluso dentro de un régimen comunista con toda su maquinaria de represión.

 

Así las cosas, además de los planes de estímulo implementados en 2014, el Banco Central de China, ha impulsado este pasado fin de semana la inclusión del yuan en la cesta de monedas del FMI, conocida como Derechos Especiales de Giro (SDR), otra medida encaminada a liberalizar un poco más su tipo de cambio, y una nueva reducción de la cantidad de efectivo que los bancos chinos deben mantener como reservas. La autoridad monetaria china quiere así inyectar más liquidez en la economía al más puro estilo de la Reserva Federal o del BCE como tan bien conocemos hoy por aquí.

 

Otra fuente de riesgo

 

Nadie pone ya en duda que lo que suceda en China es otra fuente de riesgo para nuestros mercados financieros. Y más lo será cuanto mayores dudas ofrezcan las economías occidentales y se incremente la debilidad de los datos procedentes de la economía china. Mejor no perderlos de vista, pues pueden ser el detonante de muchas más cosas, me temo que negativas, de las que ahora sabemos apreciar. Otro riesgo a sumar a los sobrecomprados mercados occidentales. Feliz semana a todos y si de algo pecan, que sea de prudentes.

 

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