¿Qué nos enseña la crisis griega?

En el momento de la publicación de este post, primera hora de la mañana del lunes 13 de julio, todavía no tenemos certeza sobre cómo va a finalizar el nuevo episodio de la crisis griega que llevamos varias semanas viviendo. Uno más, tras el comienzo de la debacle económica del país heleno cuyas causas se enraízan en la propia entrada de Grecia en el Euro y que se intensificó a partir de 2008 tras el estallido de la crisis financiera global. Pese a la incertidumbre de su final, creo que es un buen momento para extraer algunas lecciones que esta crisis, como todas lo hacen, nos enseña o nos recuerda.

 

El Proyecto del Euro sigue cojo

 

Todos los políticos de la Eurozona saben que la manera de funcionar de ésta no puede permanecer así. En caso de continuidad de Grecia en el Euro, la credibilidad de los países miembros puede salir reforzada en el corto plazo, los mercados de acciones reaccionar con subidas y los de renta fija con compras de bonos periféricos y ventas del bund alemán cuyo refugio ya no sería necesario. Pero sólo un tiempo, porque pronto puede llegar un nuevo revés en forma de exigencias de otro miembro del club del Euro que decida incumplir lo pactado y pretenda así reforzar su posición como receptor de fondos del resto de países y del BCE. De ahí que varios países, con Alemania y Finlandia a la cabeza, estén condicionando la consecución de un nuevo rescate a Grecia al logro de mayores garantías para el cumplimiento de lo pactado y la devolución de lo prestado (para empezar, la aprobación inmediata de las medidas por el Parlamento griego y la constitución de un aval con activos públicos del Estado griego).

 

Europa no sólo necesita solidaridad como muchos reclaman, lo que realmente precisa es una unión fiscal y un mayor rigor compartido en el gasto y en el endeudamiento, así como mecanismos que aseguren la calidad y ejecución de los acuerdos. Esto sí que inspiraría confianza y fortalecería a la Eurozona.

 

Tras las sobrerreacción, los mercados tienden a estabilizarse

 

Como ya escribía hace unos días, cuando las causas de las fuertes subidas o caídas en las bolsas responden más al sentimiento que al trasfondo económico, al llegar la calma, los inversores tienden a deshacer lo hecho y a normalizar la evolución de las cotizaciones. Así se va cumpliendo conforme avanza el desenlace de la crisis, demostrándose que los bandazos en el nivel de exposición a activos de riesgo de una cartera de inversión, son la peor forma de gestionar este tipo de situaciones de volatilidad. Vuelvo a recordar que en este año 2015 va a cumplirse de nuevo la pauta del mercado por la que, en caso de haber estado desinvertido durante los 5 ó 6 días de mayores subidas del ejercicio, el resultado de una cartera con renta variable puede ser negativo pese a que los índices acaben reflejando rentabilidad positiva a final de año.

 

La diversificación demuestra de nuevo su efectividad

 

El inversor en bolsa que tiene en su cartera renta variable europea, japonesa y americana, principales apuestas, por este orden, de inversión para 2015, está sobrellevando la crisis con mucha menos inquietud que aquél cuya inversión en acciones se concentra sólo en España o en Europa. La diversificación sí está funcionando, permitiendo atemperar el efecto de los episodios de volatilidad y facilitando la estabilidad en la rentabilidad media de las inversiones. Y no sólo en lo que respecta al comportamiento de los mercados de acciones, la diversificación en las carteras de renta fija también ha mostrado su eficacia, siempre que se haya contado con emisores, plazos y estilos de gestión suficientemente variados, bien sea comprados directamente o a través de fondos de inversión.

 

Dónde sobreponderar y evitar la especulación son las otras claves

 

Pese a las indecisiones y contradicciones que día a día exhibe la clase política europea, es muy posible que 2015 acabe siendo un buen año para las bolsas, pero con una elevada dispersión de rentabilidades entre los distintos mercados. Las valoraciones y expectativas de las empresas, el papel de la divisa y la asincronía en el ciclo, obligan a variar la distribución táctica en los pesos específicos de la exposición a bolsa. Hacerlo directamente o vía gestores especializados, y siempre con el debido asesoramiento, depende del inversor. No hacerlo puede suponer perder buena parte del alza del mercado o incluso entrar en negativo (la semana pasada el Ibex estuvo varios días en este territorio, tanto en rentabilidad acumulada como en interanual).

 

Siempre, y con más motivo en momentos de vaivenes en los precios como el actual, es obligado, a la hora de comprar bolsa, dejar de lado la ansiedad compradora y el ánimo de especular para centrarse en la identificación de los motores de crecimiento, por zonas, países y compañías. Que se lo digan a uno de los grandes gurús de los hedge funds, John Paulson, cuyas excesivas apuestas por la concesión de un nuevo rescate a Grecia, pueden hacer perder a uno de sus fondos y, por tanto, a sus inversores, hasta 300 millones de euros en tan solo dos inversiones. En fases de inestabilidad como la que atravesamos, si pecan de algo, que sea de prudentes.

 

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