EMERGENTES, sí, pero con criterio

Durante los últimos años la exposición a mercados emergentes en las carteras de inversión se ha visto claramente infraponderada por varios motivos. La caída de los precios de las materias primas y las dudas sobre la capacidad de crecimiento de China han sido las principales, pero el buen momento de los mercados desarrollados también han restado visibilidad a la “eterna promesa emergente”.

Invertir en mercados Emergentes supone invertir en mercados más volátiles y en conjunto más débiles y dependientes de los ciclos globales y muy específicamente de la evolución de China.

También sabemos que los cambios en esas economías son mucho más lentos de lo que nos gustaría. Todos hemos comprado alguna vez la idea de grandes masas de población accediendo al consumo, la bancarización etc, pero lo cierto es que esos cambios necesitan décadas, y en mi experiencia el dinero suele ser impaciente.

Sin embargo, cuando comparamos nuestro envejecido, sobreendeudado, sobreprotegido, urbanizado, socialmente integrado, bancarizado y con mercados de capitales extremadamente eficientes, mundo desarrollado con la realidad del mundo emergente, entendemos la importancia de mantener una apuesta estructural por esos mercados.

Aunque los emergentes desde el punto de vista tecnológico hayan dado un salto apalancado en el desarrollo del mundo occidental –pasando por ejemplo del tam-tam al smartphone 4G sin pasar por la línea fija- desde el punto de vista social, político y económico los cambios llevan más tiempo.

Los grandes cambios que han hecho crecer tanto las economías desarrolladas en el Siglo XX están ya amortizadas en el mundo desarrollado y sin embargo son el principal motivo para confiar en un crecimiento fuerte en el emergente. Recordémoslos:

  • Incremento de la mano de obra productiva: Derivada del crecimiento demográfico o de la incorporación de la mujer al mercado laboral.
  • Incremento del consumo: Derivado del proceso de urbanización, del desarrollo de una clase media que accedía a consumibles de todo tipo, la extensión de la bancarización y de la financiación del consumo y de nuevo del propio crecimiento demográfico.
  • Un entorno más seguro para el crecimiento: Fin de los grandes conflictos bélicos, democracia y desarrollo de los estados de derecho atraían la inversión, siempre temerosa.
  • Acceso a los mercados de capitales: Bancarización, financiación y expansión de la deuda.
  • Desarrollo del estado del Bienestar: Es decir más inversión y gasto público que dinamiza la economía.

 

Como decía antes, la mayoría de estos factores están ya agotados en el mundo desarrollado. Es más, la realidad demográfica y los altos niveles de deuda pueden ser elementos que resten al crecimiento futuro. En sentido contrario cuando vemos la dinámica reformista en países como India, vemos el enorme potencial de esas economías en los plazos adecuados.

Por eso mantenemos nuestra sobreponderación a emergentes, en concreto a India y a los países frontera como Méjico, Turquía, Egipto, Indonesia.