Buscando la rentabilidad perdida

Corren malos tiempos para los rentistas. Muchos de los que esperan vivir de la rentabilidad que genera un patrimonio invertido en activos financieros sin que éste disminuya ya no pueden hacerlo, salvo que compren riesgo (renta variable principalmente). El problema es que las acciones no ofrecen ex ante un retorno cierto, ni siquiera lo es el dividendo (que se lo digan a los accionistas del Santander). El activo típico del buen rentista se basa en los tipos de interés, vía depósitos o bonos, y el ínfimo nivel en que éstos se encuentran imposibilita los esquemas de inversión tradicionales. Tanto se han complicado las cosas que las entidades financieras españolas han reiniciado la estrategia de productos de escasa o nula calidad inversora.

 

Algo hay que vender

 

Es lo que debieron de pensar quienes crearon dos de los productos financieros más vendidos en el pasado 2014. Fueron dos fondos de inversión garantizados, uno ligado a tipos de interés y otro a un pequeño grupo de acciones, de los que se comercializó un importe conjunto de 470 millones de euros, superando sus propias expectativas iniciales de colocación. Lo malo del caso radica en que la esperanza de rentabilidad de estos fondos apenas supera el 0,5%.

Como éstos, hay muchos otros productos similares de baja calidad (pocos se salvan) cuya comercialización se ha intensificado por los bancos españoles en este año 2015. Sus características comunes son la baja o casi nula rentabilidad esperada y la larga duración del fondo o depósito estructurado (cautividad para el inversor durante muchos años) a cambio de la garantía de capital al vencimiento.

 

Los bancos quieren comisiones…

 

Con tipos de interés prácticamente a cero y la exigencia de umbrales de solvencia elevados para la concesión de créditos, la capacidad de la banca para generar ingresos vía margen de intermediación es muy reducida. De ahí que busquen comisiones como el maná que debe sanar su cuenta de resultados. La penalización con tipo de interés negativo de los depósitos por parte del Banco Central Europeo, todavía complica más las cosas a las entidades. El mensaje que reciben sus redes ya no es vender depósitos bancarios, sino lograr comisiones vía productos financieros, especialmente fondos y depósitos o bonos estructurados.

 

…y hacen malos productos

 

Me refiero a la mayoría de fondos garantizados o semi-garantizados que a cambio de una teórica seguridad ofrecen una rentabilidad, o expectativa de ésta, tan pequeña que supone una agresión a la eficiencia financiera que debe buscar cualquier inversor. En resumen, los rasgos negativos que estos productos tienen para el inversor son los siguientes:

 

  • Son productos ilíquidos (comisiones de reembolso hasta vencimiento) con plazos superiores a cinco años (los más recientes superan los ¡ocho años!) y que intentan disimular su falta de liquidez ofreciendo “ventanas” de salida sin coste.
  • Tal mecanismo se convierte en una trampa para el inversor por el bajo nivel del tipos medio de interés de la cartera de bonos que subyace en la estructura del producto (aunque normalmente sea reemplazada por un swap entre entidades). La trampa se encuentra en que si los tipos suben en el futuro (algo más que probable salvo desgracia en las economías occidentales), el valor de esa cartera de renta fija que sustenta el fondo tenderá a bajar y sólo se igualará a su nivel inicial cuando llegue la fecha de vencimiento del fondo. Por ello, al solicitar el rescate anticipado de la inversión antes de esta fecha, es muy probable que se reciba menos dinero del que se puso en el fondo y, en función del movimiento de tipos, puede que mucho menos. ¡Qué gran inversión para un cliente conservador!
  • La rentabilidad esperada es muy baja (en el entorno del 0,5% anual) por lo que quien adquiere ese producto “se engancha” a un activo con mínimo retorno durante mucho tiempo, con el consiguiente lucro cesante que puede experimentar en caso de que los tipos de interés suban más adelante (esto, repito, sucederá salvo que el fantasma de la recesión vuelva a aparecerse) y no pueda entonces reemplazar su inversión por otra de mayor retorno.
  • Durante todo ese tiempo, la entidad comercializadora (a través de la gestora del fondo) obtiene una rentabilidad vía comisiones que como mínimo iguala, cuando no dobla, a la del inversor. Esos costes van inevitablemente en detrimento de la rentabilidad del inversor.

 

¿Qué hacer entonces si se es muy conservador?

 

No es fácil la respuesta pues en el actual entorno no existen fórmulas mágicas que faciliten retornos ciertos elevados y nulo riesgo de principal. No obstante, sí que existen alternativas que, con probabilidad de pérdida muy baja, ofrecen una expectativa de retorno superior a la de los productos descritos. Cada inversor es un caso aparte que debe analizarse y valorarse antes de tomar una decisión de inversión. De este proceso de análisis, les aseguro que en la práctica totalidad de las ocasiones la conclusión será de no invertir en un producto garantizado con las características descritas. En todo caso, me parece más recomendable mantenerse en liquidez (cosa que, como indico más arriba, no es ahora del gusto de la entidad) que embarcarse en un producto de este tipo.

Leía hace unos meses una viñeta humorística que ilustraba muy bien lo que he querido transmitirles en este post. Aparecían dos cavernícolas, uno grande y fuerte y otro pequeño y débil, que mantenían este diálogo:

 

El fuerte: “te voy a guardar las gallinas para que no te las roben y, mientras tanto, todos los huevos que pongan son míos y como mucho te daré uno de vez en cuando…”.

El débil: “gracias, qué amable”.

El fuerte: “eso sí, tú tienes que traer el maíz para alimentarlas”.

El débil: “¡Ah! ¿Y como dices que se llama este sistema?”

El fuerte: “yo soy tu banco y tú el cliente”.

 

Feliz semana a todos.

 

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